martes, 24 de julio de 2018

AMÉRICA LATINA ENTRE 1898 Y 1948



Tras casi un siglo de vida independiente, América Latina se enfrentó en el  siglo XX al reto de incorporarse al mercado mundial, sin tener mucho éxito en este objetivo. Tanto la estructura económica, como la sociedad y la clase dirigente no estaban preparadas para competir con las sociedades europeas -que tenían un mayor recorrido histórico- y aún menos con los Estados Unidos que se convertía en el nuevo imperio en busca de la supremacía en el mundo. Desde comienzos del siglo XX aparecieron los problemas económicos, sociales y políticos que, durante todo el siglo, afectaron los países de América Latina, fueron claves para el curso de la historia del continente, y extendieron su influencia a la sociedad y nuestra vida cotidiana hasta el día de hoy.

América Latina a comienzos del siglo XX 

Durante el período comprendido entre 1880 y 1930 América Latina se vio obligada a insertarse en el mercado mundial capitalista, debido al dominio comercial que ejercían Estados Unidos y las potencias europeas, de quienes dependía su economía. Esta situación trajo grandes cambios para los países Latinoamericanos ya que sus estructuras económicas, políticas y sociales debieron acomodarse a la nueva situación, creándose así, desequilibrios y conflictos aún latentes en nuestra sociedad.

Panorama socio-económico de América Latina 

Las influencias inglesa y norteamericana son determinantes en la situación de América Latina a comienzos del siglo XX. La economía, las costumbres de la población, la vida política y la sociedad en general se fueron adaptando a los parámetros dados por los dos grandes centros de poder. El flujo de capital venido de estas potencias, representado en empréstitos (préstamos de grandes cuantías que solicitan empresas o el Estado), inversión en infraestructura s e instalación de compañías, afectó directamente la demografía continental movilizando la población internamente y trayendo consigo la inmigración extranjera en algunos países como Brasil, Argentina y Uruguay, en donde la mano de obra era escasa. Estos factores aceleraron el proceso de urbanización y el crecimiento de las ciudades, y se presentó así un aumento de la población en las dos primeras décadas del siglo XX. Junto a este fenómeno se dio también una baja en la mortalidad de un 25%, gracias a algunas mejoras en las condiciones de vida y a los avances en la medicina. En los primeros años del siglo XX la población de América Latina se duplicó.

En este período también se presentó la conformación de nuevas clases sociales entre las que destacan la clase media y la clase obrera o proletaria. La primera provenía de la burocracia estatal y ocupaba los puestos intermedios en las compañías extranjeras y nacionales. Este nuevo grupo social hacía parte de la clientela política de las viejas oligarquías del siglo XIX que, en algunos países de América Latina, perduraron durante todo el siglo XX. El surgimiento de estas capas medias de la sociedad se dio a la par con la extensión de la instrucción pública, por la cual pudieron acceder a empleos y a la participación en política. Esta nueva clase se preocupó por imitar las costumbres y hábitos de la oligarquía, que a su vez, tomaban este comportamiento de los modelos europeos.

La clase proletaria provenía de los grupos de trabajadores y artesanos del siglo XIX, los cuales se fueron adaptando a los avances en la industria, al desarrollo de las ciudades y a todo el proceso de modernización al que se incorporaron los países latinoamericanos durante esta época.

El crecimiento urbano 

A comienzos del siglo XX, las grandes ciudades eran consideradas como la expresión más acabada y perfecta de la modernización de la sociedad. Gracias al surgimiento de la clase media, ligada a actividades urbanas, como el comercio, el trabajo en obras de infraestructura y puestos en la burocracia, se presentó un gran desarrollo de las ciudades, entre las que destacaron Buenos Aires y San Pablo. Las grandes ciudades se vieron inundadas de nuevas construcciones: lujosas residencias, calles y avenidas; se instalaron servicios públicos como agua y luz; y se introdujeron medios de transporte como el tranvía. La vivienda propia se transformó en una señal de prestigio en la carrera de ascenso social, tan importante como la educación. Por otra parte, este crecimiento también tenía una cara opuesta, relacionada con el crecimiento de zonas suburbanas en las que habitaban los inmigrantes o la gente pobre de las ciudades. Estas zonas, por lo general, no contaban con ninguno de los servicios que se ofrecían para los sectores pudientes de la sociedad.

La sociedad de masas 

Como parte del crecimiento urbano, que se profundizó hacia los años veinte, las masas, conformadas por los sectores populares y medios, comenzaron a reclamar su derecho a acceder a distintos ámbitos y actividades. En algunos casos, 10 consiguieron de hecho, concurriendo a calles, avenidas y paseos que antes eran monopolio de las élites, irrumpiendo en los colegios y universidades, llenando los lugares de diversión y tiempo
libre. En otros casos, la presión de estos sectores sociales determinó la modificación de las leyes, como en el caso de la participación política en algunos países como Argentina, Uruguayo Chile. Otro aspecto que caracteriza el auge de la sociedad de masas es el incremento de los medios de comunicación. Los diarios y revistas difundían noticias y trabajos de una nueva generación de intelectuales, que contribuyeron a crear corrientes de opinión. Se incrementaron las librerías y los usuarios de bibliotecas; la aparición del cine y la radio consolidaron los medios para la masificación de la información y la cultura.

La mujer: un nuevo actor social 

Hacia los años veinte comenzó a apreciarse otro cambio importante en la sociedad: el proceso de emancipación de la mujer. La experiencia de las mujeres europeas y estadounidenses durante la Primera Guerra Mundial, incorporándose como mano de obra en las industrias, alentó a muchas mujeres en América Latina a reclamar sus derechos de igualdad frente a la sociedad masculina y patriarcal.

El acceso de la mujer al trabajo en las fábricas, en las oficinas, en los servicios públicos, en las profesiones liberales significó un progresivo aumento del peso social de la mujer. También reclamaron su derecho a votar y participar en la vida política. Sin embargo, estos cambios fueron lentos y progresivos porque los modelos sociales clásicos continuaron siendo mayoritarios, manteniéndose la primacía del hombre sobre la mujer. El espacio de la mujer siguió en gran medida reservado al hogar y al papel de esposa y madre.

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