lunes, 23 de julio de 2018

La Revolución mexicana 

A partir de 1910 en México se dieron una serie de transformaciones políticas que cambiarían en adelante el curso de su historia. Pero más aún, la Revolución mexicana influiría considerablemente en varios aspectos de América Latina, haciendo evidentes los cambios que se estaban gestando con el inicio del siglo XX en la sociedad, la economía, las clases políticas y la mentalidad de la población. 

La Revolución mexicana fue el primer movimiento social revolucionario ocurrido en Latinoamérica en el siglo xx. Sus ideales pretendían configurar una ciudadanía mexicana plena de derechos y libertades políticas, así como el mejoramiento de las condiciones sociales de los pobladores, principalmente el alfabetismo y el acceso a la tierra. La creación de una Constitución, en 1917, fue el logro más importante de este movimiento. 

Antecedentes 

La Revolución mexicana se dio a causa de la situación de desigualdad bajo el gobierno de Porfirio Díaz, el cual abarcó el período de 1876 a 1911. Dentro de las premisas de su gobierno se encontraban las de mantener el orden público a toda costa y el desarrollo económico. Durante el Porfiriato, como se le conoce a este período, México se convirtió en uno de los principales focos de inversión extranjera de América Latina, gracias a su riqueza agrícola, pero sobre todo por sus recursos minerales, entre ellos, el petróleo. Sin embargo, la población campesina e indígena vivían bajo la opresión y al borde de la miseria. Sumado a esta apropiación petrolera por parte de los inversionistas ingleses y norteamericanos, las grandes extensiones de tierra o latifundios estaban concentradas en manos de unos pocos, por lo cual los campesinos, al carecer de tierra, no tenían otra opción más que convertirse en mano de obra barata en las grandes haciendas. 

El gobierno de Porfirio Díaz careció de una política agraria que solucionara las dificultades de los campesinos, lo cual era un gran problema en México, pues era un país con cerca del 80% de la población rural. A esta situación se contraponía el surgimiento de un moderno sector industrial, gracias a la minería y a la explotación del petróleo, lo que implicó el surgimiento de un proletariado, una clase media, los primeros círculos obreros y la introducción de ideas socialistas. El panorama que se presentaba era contradictorio, de un lado se encontraba el sector agrario y pobre; y del otro, se encontraba un dinámico sector económico patrocinado por la inversión extranjera. 

La oposición de ciertos sectores burgueses, obreros e intelectuales ante la explotación de los recursos por compañías extranjeras, generó un pensamiento nacionalista y antiimperialista, que llevó a la unión de fuerzas contra el gobierno de Porfirio Díaz en cabeza de Francisco Indalecio Madero, quien se lanzó como candidato a las elecciones de 1910. Sin embargo, el gobierno, al darse cuenta de que Madero podía ganar, lo encarceló. Durante su presidio, Madero propuso un programa en contra de Díaz que recibió el nombre de "Plan de San Luis", en donde se proponía el sufragio efectivo y la no reelección. Después de un tiempo, Madero logró huir a Estados Unidos y desde allí comenzó a reorganizar la insurrección armada contra Díaz.

El gobierno de Madero 

En contra del Porfiriato se aglutinaron una gran cantidad de campesinos e indígenas que luchaban por conseguir las tierras que estaban en manos de los terratenientes. Entonces se organizaron dos movimientos populares: en el sur del país se levantó Emiliano Zapata, y en el norte Doroteo Arango, más conocido como Pancho Villa. Estos campesinos exigían que se les devolvieran las tierras que habían sido confiscadas por el gobierno de Díaz. Zapata y Villa prometieron apoyar a Madero, lo cual fue efectivo, pues en 1911 cayó el Porfiriato. 

Madero asumió el poder en 1911 y su primer proyecto fue estabilizar las relaciones entre el capital extranjero y el local, de manera que se pudiera asegurar la protección a la industria nacional. Dictó leyes democráticas, pero se negó a satisfacer el programa de los insurrectos, que contemplaba tres demandas: dar tierras a los campesinos, disolver el ejército de Díaz e introducir una legislación laboral. Tras estas decisiones de Madero, 
Zapata y Villa rompieron relaciones con el gobierno y decidieron comenzar la guerra civil. En 1911, Zapata adelantó el "Plan Ayala" que consistía en la devolución de las tierras expropiadas a los campesinos y la expropiación de los bienes a los enemigos de la revolución. La situación de Madero se complicó, pues a la pérdida del apoyo popular por incumplir sus promesas, se añadió el recelo de Estados Unidos que veía en él a un enemigo potencial. Por eso este país apoyó a sus opositores. Uno de ellos, el general Victoriano Huerta, dio un golpe de Estado en el que murió Madero. De esta forma se originó un movimiento de reacción contra la nueva dictadura encabezado por los empresarios Álvaro Obregón y Venustiano Carranza. 

Carranza y la constitución de 1917 

El golpe de Estado de Victoriano Huerta no fue reconocido por los Estados Unidos, por lo cual los marines norteamericanos tomaron el puerto de Veracruz en abril de 1914. Ante este hecho, Venustiano Carranza, apoyado por los ejércitos de Villa y Zapata, asumió el poder, lo que fue visto como el triunfo definitivo de la revolución. Sin embargo, no reconoció algunas demandas campesinas, lo que provocó la ruptura con sus líderes. Carranza afirmó que las peticiones de Villa y Zapata estaban condicionadas por el regionalismo y que no cubrían todos los problemas de México. El presidente retomó las propuestas sociales, recuperó el control de la economía, instauró los partidos políticos y fundó la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM). En 1917 se firmó la Constitución que presentaba un carácter reformista y abarcaba los siguientes puntos: función social de la propiedad, restitución de las tierras ilegalmente expropiadas a los campesinos, protección al obrero, derecho de agremiación y a la huelga, reducción del poder eclesiástico, recuperación del dominio de sectores productivos de la minería y el petróleo. 

Los gobiernos de Álvaro Obregón (1920-1924) y Plutarco Calles (1924- 1928) consolidaron las reformas instauradas en la Constitución de 1917 cumpliendo los objetivos de la Revolución. Se intensificó el reparto de 
tierras a los campesinos, se incrementó la presencia nacional en el sector productivo y se disminuyó el predominio extranjero en la economía.

La cultura en América Latina 

Con el comienzo del siglo XX, los parámetros de la cultura en América Latina cambiaron sustancialmente. El flujo de las ideas, los avances científicos y el desarrollo de los medios de comunicación hicieron que el conocimiento se desarrollara y circulara de una manera más amplia. 

Nuevas mentalidades 

Dentro de los cambios más notorios se destaca la introducción de nuevos paradigmas filosóficos. Las inquietudes frente al desarrollo y la modernización dieron lugar a preguntas sobre la relación entre raza y progresQ. Se analizaba la influencia del trópico en el desarrollo moral y las costumbres de la población y si las condiciones geográficas, unidas a la variedad racial de los latinoamericanos, permitían un desarrollo cultural igual al de Europa o Estados Unidos. En esta corriente se destacaron Alcides Arguedas con su obra Un pueblo enfermo y Agustín Álvarez con el Manual de Patología Política. 

Del positivismo que venía del siglo XIX, se pasó a una filosofía modernista, en la que la moralidad era el principio rector. Esta situación se reflejó en el ambiente educativo y científico. Se comenzaron a fundar universidades, institutos de investigación y se desarrollaron investigaciones en pedagogía. Países como Argentina, México y Perú fueron pioneros en la investigación y la fundación de institutos en ciencias humanas y ciencias naturales, la mayoría de las veces de carácter oficial. 

Literatura 

La influencia del modernismo se reflejó en la poesía y la prosa. Las preocupaciones sociales, la naturaleza y la cultura latinoamericanas pasaron a ser temas principales. Autores como José Martí, José Asunción Silva y Rubén Darío, encabezaron esta tendencia, que en la década de los veinte tomó carácter de denuncia social con José Carlos Mariátegui y sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Dentro de esta misma línea estuvieron José Enrique Rodó, José Ingenieros y Vargas Vila, quienes advirtieron y denunciaron, por medio de sus ensayos, sobre los peligros imperialistas. Acompañada de este impulso literario, la industria de las editoriales logró un gran desarrollo en países como Argentina, México y Chile, en donde se traducían al castellano las últimas novedades provenientes de Europa y Estados Unidos. 

En los años veinte y treinta apareció una tendencia relacionada con la tierra y las reivindicaciones campesinas: la novela telúrica, influenciada por intelectuales españoles que comenzaron a llegar a América desterrados por la dictadura en España. Los autores de la novela telúrica crearon una realidad detallada y basada en la historia, la tierra, el pueblo y los regionalismos de Latinoamérica. Entre los escritores de la novela telúrica se destacan: José Ortega y Gasset, Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, Gregorio López y Fuentes, José Eustacio Rivera, Ricardo Güiraldes, Baldomero Lillo y Horacio Quiroga.

La pintura 

En este campo, la manifestación más destacada de la época fue el muralismo mexicano. Desde 1921 este estilo identificó a pintores como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Siqueiros. Su estilo rompió todas las fronteras en el mundo e influyó en artistas europeos y de Estados Unidos. Sus temas se centraron en las tradiciones locales, en los indígenas, campesinos y las clases populares mexicanas, tomando muchas veces el carácter de denuncia contra los poderes opresores. 

La vida cotidiana 

En las ciudades latinoamericanas aparecieron nuevos lugares de socialización que trataron de imitar, en parte, a las urbes europeas y su estilo de vida. Surgieron clubes que eran visitados frecuentemente por las élites y cafés en los que se reunían poetas y artistas para deleitarse de versos y peroratas. Al mismo tiempo, surgieron nuevas formas de entretenimiento deportivas y lúdicas. 

Los clubes y cafés 

En muchas de las grandes capitales se fundaron clubes privados al estilo inglés por parte de las clases altas. Estos clubes representaban estatus y diferenciación de clase y a ellos solo se podía acceder por medio del nombre o de la fortuna. En los cafés, por el contrario, el acceso era menos restringido. Allí podían llegar intelectuales, poetas, políticos y artistas sin importar su procedencia social o geográfica. Sin embargo, también 
fueron una imitación de modelos europeos, sobre-todo de Francia y los cafés en los que se reunían los artistas del movimiento surrealista. Para el caso de América Latina, estos cafés fueron de gran importancia, pues allí se tomaban grandes decisiones políticas, se fundaban movimientos sociales y se tornaban en sitios de intercambio intelectual. 

Nuevas formas de entretenimiento 

Otro cambio que trajo el siglo XX fue la llegada de las salas de cine, que desplazaron hasta cierto punto a la ópera y el teatro. En las capitales de América Latina este invento cautivó a millones de espectadores y se convirtió en una de las diversiones cotidianas de la población. 

La práctica de los deportes se convirtió en otra forma de distracción y ocupación del tiempo libre. Esta se vio influenciada por el contacto con los extranjeros. Así, en donde llegaron inmigrantes europeos, la aparición del fútbol fue la característica predominante; en el Caribe, por el contacto con los marines norteamericanos, el béisbol se convirtió en el pasatiempo. Las clases altas se inclinaron por otro tipo de prácticas como el tenis, el hockey, el polo y las primeras carreras de automóviles. 


Una nueva manifestación social de América Latina fue la música popular. Surgieron el tango en Argentina y Uruguay, y los corridos en México. Estos géneros llevaban en sus letras, en el caso de los tangos, mensajes de rebeldía y de malestar social, reflejando lo que era la situación social en las nacientes sociedades urbanas. En el caso del corrido mexicano, su tema principal fue la Revolución y sus personajes. Sus letras se convirtieron en odas a los líderes revolucionarios y al pueblo que los respaldaba. 









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